Crónicas Derechos Humanos 2025

 

 

Son muchos los que piensan que el cine no puede cambiar el mundo. Sin embargo, tal vez ayude a explicar cómo funciona y al hacerlo abrir debates que también son caminos a la utopía. Este compromiso siempre ha estado presente en la programación del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, tan necesario en estos tiempos de turbulencias sociales y políticas. Como ilustra el cartel de esta 22ª edición, películas que nos permitan navegar por un mar tenebroso sin puertos a la vista.

 

 

El cine ha denunciado muchas veces la precariedad laboral de las empleadas de la limpieza, mismamente, Hotel Explotación: Las Kellys o Ouistreham, vistas en Derechos Humanos y el Zinemaldi. En Tratado de invisibilidad, la directora Luciana Kaplan dibuja una suerte de mosaico en blanco y negro sobre las limpiadoras del D.F. que interpela al espectador desde su primera escena, una cinemateca en la que se hace desaparecer a esas mujeres previa proyección. Desde la inacción de los poderes públicos, la desigualdad social o esa violencia impune tan arraigada en México, la película deja un mensaje testimonial al borde del puño levantado. Porque, desde el más absoluto respeto a las protagonistas, Kaplan nos habla también de su dignidad. Y es que pesa menos la basura en las calles que la mugre en el corazón.

 

 

Mucho se ha escrito sobre la valla del estrecho, pero no tanto acerca de esa otra frontera que representa el río Bidasoa. Es el drama silencioso de la inmigración en nuestra muga que aborda La isla de los faisanes, con un ahogamiento presenciado por una pareja de locales como punto de partida. Sorprende la trabajadísima atmósfera brumosa con la que el cineasta Asier Urbieta plasma esta historia de tiempos detenidos en tierra de nadie, abordando el dilema de tomar partido o mirar para otro lado con unos estupendos Jone Laspiur y Sambou Diaby, dando vida a personajes nada cómodos. El resultado es algo disperso pero con muchos puntos de interés. Rodada con las tinturas de un thriller, la sobriedad del mejor drama y el compromiso social de Robert Guédiguian. Está pasando en el portal de tu casa.

 

 

El 20 de agosto de 1969, los tanques del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia poniendo fin a la Primavera de Praga y su socialismo con rostro humano. Waves reconstruye aquél periodo histórico desde la perspectiva de su heroica resistencia radiofónica. Del thriller político de espías a la reivindicación de la ética periodística, pasando por la memoria colectiva de esa alternativa que no fue, el director Jirí Mádl quiere reunir demasiadas películas en una, de manera que algunas tramas como la historia de los hermanos o los destellos románticos se quedan a medio gas. No obstante, su nervio narrativo, lo interesante de los hechos reales y -por qué no- las canciones de los sesenta disculpan lo formulario del guión y sus parches de ficción. El mensaje es que cuando las ondas siguen reverberando, ha ganado la historia.

 

 

El corazón de muchos documentales suelen ser sus personajes. Es el caso de Empoderío, cuya cámara fija captura el desarrollo en el tiempo de un taller de interpretación realizado por un grupo de mujeres de etnia gitana en Otxarkoaga. Y es que tanto la cineasta Lara Izagirre como la actriz-profesora Naiara Carmona deciden ponerse fuera del plano, dejando que las alumnas acaparen un film que es casi making-off. Con su mirada a cámara, improvisación, honestidad e hilarante barullo, Empoderío viene a hablarnos de prejuicios, entendimiento y liberación. Es una película pequeñita y sin pretensiones que deja que lo que quiere contar surja por sí mismo como enfoque propio -y cada vez más extraño- del cine documental. Pequeña en formas, que no en sororidad.

 

 

Las Navidades de 1989 trajeron como regalo la caída del dictador Nicolae Ceaușescu, que había gobernado Rumania con mano represora durante más de dos décadas. En The New Year That Never Came, el director Bogdan Muresanu reconstruye aquél colapso a través de las historias de ciudadanos anónimos, puzle de relatos salvajes en 4:3 y humor negro cocido a fuego lento que recuerda al de films como Sieranevada, R.M.N. o -muy especialmente- 12:08 al este de Bucarest. Y aunque no todas las tramas del film funcionan igual de bien o conjugan sus tonos, su clímax final es impagable. Porque Muresanu nos viene a decir que los hilos invisibles de la historia los teje la gente corriente. O dicho de otro modo, que la chispa que enciende una revolución puede ser una carta a Papá Noel.

 

 

Compaginando su trayectoria musical como Rey del Calypso con un compromiso social inquebrantable, Harry Belafonte ha sido objeto de más de un documental, a los que se suma Following Harry. Una sensación de fin de ciclo y renovación recorre este trabajo por el que desfila la lucha contra esa segregación racial americana a la que nunca se ha terminado de dar la vuelta. Lejos de quedarse en elegías, el film apunta también a quienes deberán recoger su testigo, de Angela Davis a Rosario Dawson. Y es que, anclado al presente, este retrato póstumo e inspirador deja un manifiesto espiritual sobre el poder del activismo y el compromiso del artista, pero también sobre la necesidad de tender puentes en una Estados Unidos cada vez más polarizada. Y lo que nos queda.

 

 

Por detrás de Hollywood y Bollywood, Nollywood, la jovencísima industria del cine nigeriano, está considerada la tercera del mundo en número de producciones, las más de las veces rodadas con medios de guerrilla. En este contexto aparece The Legend of the Vagabond Queen of Lagos, sobre el desalojo forzoso de una barriada marginal, hechos reales que el Colectivo Agbajowo cuentan in situ con sorprendentes tonos de comedia, thriller de mafias y acción. En suma, haciendo denuncia social con una desprejuiciada épica cinematográfica de malos y buenos, capitaneados por una carismática Temiloluwa Ami-Williams como heroína frente a la corrupción del sistema. Aunque cargue unas tintas que no terminan de desbordar, tiene mérito. Bien curiosa.

 

 

La selva nicaragüense es uno de los últimos pulmones verdes de Centroamérica y el hogar de varias tribus indígenas. En Patrullaje, los cineastas Camilo de Castro y Brad Allgood se adentran en esa naturaleza diezmada por la deforestación de una industria ganadera que arrasa con todo a su paso con la connivencia de las autoridades. Lo hacen navegando entre paisajes en peligro de extinción, luchas desiguales e investigaciones periodísticas, con sus culpables ocultos bajo las capas de otras pobrezas. El resultado es un estupendo documental, demoledor en su retrato de la impunidad pero también hermoso en su resiliencia identitaria. Porque si la denuncia testimonial que deja en la retina ya es potente, emociona sobremanera la dignidad de esos eco-warriors resistiendo en el polvorín de un mundo que se apaga.

 

 

Los muros que aíslan a las personas con discapacidad pueden llegar a adquirir dimensiones absurdas. En Patrice: The Movie, el cineasta Ted Passon nos descubre otro aspecto más de la desigualdad en territorio norteamericano: la de unas personas obligadas a escoger entre casarse o perder sus ayudas sociales. Lo hace ahondando en el día a día de la muy querible pareja formada por Garry y Patrice, estrella indiscutible del film, que intercalarla con recuerdos de infancia, sueños y aspiraciones contados a través de una obra de teatro infantil rebosante de colores, como si Wes Anderson se pasase al cine social. Y aunque al film le termina interesando mucho más el retrato de su protagonista que la denuncia, no quita para que sea un documental desbordante de amor y empatía. Que al fin y al cabo, es lo que cuenta.

 

 

Carlos Castro comenzó su vida universitaria participando de las protestas estudiantiles que sacudieron la ciudad de La Plata a mediados de los noventa, lucha que fue documentando con su cámara doméstica entre reuniones asamblearias y fiestas nocturnas. Éramos tan flacos rescata ese material de archivo en VHS para recordar a una militancia rebosante de ideales sobre la que vuelven la mirada algunos de sus protagonistas. Son imágenes que, como toda mirada al pasado, se resignifican. Y es que, más allá de la memoria propia y colectiva, lo hermoso -e inútil- de pelear por la belleza del gesto o la nostalgia ideológica del desencanto, este film sin destilar se convierte en un aviso para navegantes en tiempos de Milei. Serían flacos, pero no tontos.

 

 

El año pasado veíamos en el Festival Bye Bye Tiberias, documental en el que la cineasta Lina Soualem reunía la historia del exilio palestino con su propio árbol genealógico. De un modo similar construye Lidija Zelović Home Game, autobiografía que, de lo particular a lo general, termina hablando de la condición identitaria del refugiado, atravesando de Yugoslavia a los Países Bajos el retrato de una familia que con cada año que pasa va siendo más de aquí que de allí, de ambos lugares o de ninguna parte. Hay mucho en esta película de diálogo intergeneracional pero lo cierto es que resulta mucho más atrayente cuando la voz de su protagonista ahonda en el pasado y el aspecto sentimental de la pérdida, esa nostalgia dirigida a un lugar que se difumina con el paso del tiempo. Interesante pero inevitablemente dispersa.

 

 

De Laurent Cantet a Ladj Ly, el cine francés viene tomando el pulso a los problemas de un país dividido entre identidades, de las que la de los sin-papeles es una faceta más. Buen ejemplo de ello es La historia de Souleymane, que sigue las andanzas de un rider en situación irregular en las horas previas a una entrevista de asilo. El director Boris Lojkine trabaja una puesta escena en la que la cámara persigue a ese protagonista por las calles de una Paris nocturna, ruidosa y asfixiante, verdadero thriller sobre ruedas en crescendo. Pero también tiene mérito el actor no profesional Abou Sangare, con una interpretación contenida demoledora. Un magnifico film, intenso, atrapante y conmovedor. Como si Ken Loach rodase un drama social con el tic-tac de una bomba de relojería en la nuca.

 

 

Si hay infinitas realidades en el mundo, Alma del desierto se interesa por una tan particular como la de una mujer transgénero en la tercera edad perteneciente al pueblo wayúu, de La Guajira colombiana. El documental de la cineasta Monica Taboada Tapia adopta un enfoque que discurre desde lo material a lo espiritual del título, esa lucha de la protagonista contra la discriminación de una burocracia que no la reconoce y poco a poco deriva en abstracción, recorriendo en silencio unos paisajes solitarios barridos por el viento en los que toda identidad se diluye. Y es que, más allá de la semblanza de Georgina, este trabajo se vive como un verdadero viaje a la soledad interior de los olvidados. Y a su incansable entereza. Poética, atmosférica y telúrica.

 

 

En las montañas del Karakórum que envuelven la región de Baltistán, nacer pobre, mujer y sorda puede convertirse en un muro infranqueable. Aniqa Bano quiso derribar ese muro para su hija, labor que terminó convertida en una escuela para niños con discapacidad auditiva y cuentan en Flying Hands las cineastas Marta Gómez y Paula Iglesias. Conducida a través de los diarios que Aniqa deja para Narjis, su lucha resulta en un hermoso documental de mirada femenina enmarcado en los espectaculares paisajes naturales de Pakistán que habla del poder de la resiliencia y los posos de la bondad humana, esos surcos indelebles de las manos o la arena del desierto. En definitiva, una película para creer que otro mundo es posible. Y es que poco importa la voz cuando una mirada lo dice todo.

 

 

Como cada año, el Festival reconoce la trayectoria de cineastas especialmente comprometidos con los Derechos Humanos. En esta edición, Helena Taberna suma su nombre a los de Laurent Cantet, Patricio Guzmán, Fernando León de Aranoa o Tony Gatlif, escogiendo para la ocasión su película Varados (2019). Y lo cierto es que esta docu-ficción en la que unos refugiados de larga duración nos acercan su cotidianeidad -a su modo, esperanzadora- bien pudiera haberse rodado ayer, dejando en el aire un innegable sentimiento de impotencia en retrospectiva. Los barcos siguen abandonando los muelles mientras pervive el drama del Mediterráneo, con sus vidas detenidas en el tiempo. Tristemente, somos nosotros los que hemos pasado a otras cosas. Está bien que nos lo recuerden.

 

 

Hay películas de las que es mejor no saber nada antes de verlas y es el caso de Good One. Sin ir más allá de su premisa: una adolescente se va de senderismo con su padre y su mejor amigo. Y es que durante gran parte del film, la directora India Donaldson parece recrearse en un naturalismo luminoso donde si algo acecha, es invisible. Lo hace sin ningún tipo de artificio, a través de canciones, paisajes naturales y una apabullante interpretación de la debutante Lily Collias, escondiendo cargas de profundidad en un film epidérmico. Como el cine de Kelly Reichardt, tiene algo de cuento, de viaje iniciático sutil pero revelador en su psicología del sexismo en potencia. Espectacular ópera prima para una directora y actriz a seguir. Decíamos, hay que llegar virgen para pensarla a la salida del cine.

 

 

Mi TOP del 22º @GizaZinemaldia:

1.- Good One

2.- The New Year That Never Came

3.- La historia de Souleymane

4.- Patrullaje

5.- Patrice: The Movie

 

Textos: @Fer_Iradier