Crónica Azkena Rock Festival 2014

 

Azkena Rock Festival 2014

 

Fecha: 20-21 Junio 2014
Lugar: Vitoria-Gasteiz (Recinto Mendizabala)
Asistentes: 14.000 / 12.000

Bandas: Scorpions, The Stranglers, Seasick Steve, Unida, Turbowolf, Marah, Hudson Taylor, Monster Truck, Bombus, 13 Left To Die, Attikus Finch, Bourbon, The Midnight Travellers, Vucaque, Blondie, Violent Femmes, Wolfmother, Joe Bonamassa, The Strypes, Deap Vally, Kadavar, Royal Thunder, The Temperance Movement, Niña Coyote eta Chico Tornado, The Soulbreaker Company, Niño y Pistola, Arenna, Bluenaticos

 

VIERNES 20 DE JUNIO

Habiendo faltado a mi cita con el Azkena el año pasado, tenía muchas ganas de volver a un festival que destaca por su comodidad y un cartel seleccionado con mimo en el que lo mejor no siempre son los grandes nombres. De hecho, sorprende que se le de más bombo a otros eventos musicales cercanos con una programación de menor nivel. Entramos al recinto con los últimos acordes de los death-metaleros 13 Left To Die para encaminarnos directamente hacia el escenario donde saldrían a escena Monster Truck. Presidida por la imponente voz del cantante Jon Harvey, la banda canadiense ofreció un buen repertorio de canciones a medio camino entre el blues y el hard-rock, con unos riffs de guitarra y un teclado que por momentos recordaban al sonido Deep Purple. Solamente tienen un disco en el mercado pero prometen dar mucha caña.

Como si hubiesen invocado al mismísimo Dios del rock, les siguió una tromba de agua que caía en forma de cascada por la lona de la carpa. La gente respondió a los truenos con cuernos en alto para tratar de aplacar a la tormenta, pero no hubo manera. Tal era el chaparrón que la organización tuvo que suspender por cuestiones de seguridad las actuaciones de Bombus y de los gaditanos Bourbon en los escenarios al aire líbre. Así pues, el público se apretujó a cubierto para ver a Hudson Taylor. A pesar de presentarse como una de las grandes revelaciones de la temporada en directo, el dúo dublinés adormeció por momentos al público con su set de guitarras acusticas y voces juveniles acompasadas, aunque las canciones con fondo de jiga irlandesa terminaron por animar el asunto. ¿Demasiado indies para el Azkena? Lo cierto es que el folk-pop de los hermanos Alfie y Harry hubiese lucido más en el Kutxa Kultur donostiarra. O en un pub una buena pinta de cerveza en la mano.

Volvió a salir el sol, así que nos desplazamos hasta el escenario Lou Reed para ver el show de Seasick Steve. No nos acompañó la suerte, porque al poco de comenzar el americano llegó el diluvio universal. En cuestión de segundos se nos quedaron las zapatillas como si las hubiésemos metido en un cubo de agua. Hubiera sido buena idea meter unas chancletas en la mochila, pero ni siquiera con chubasquero se podía resistir semejante gota fría. Así las cosas, la gente salió corriendo en estampida a refugiarse de nuevo bajo la carpa, aunque la música siguió sonando desde las pantallas gigantes que se divisaban en la distancia. Fueron los momentos más críticos del Azkena. Por suerte, unos minutos más tarde el tiempo nos dio una tregua y los más animados volvimos a intentarlo.

 

Seasick Steve

 

Con su camisa de cuadros, su barba y sus 73 primaveras a cuestas, Seasick Steve parece un arquetipo de la América más profunda, aunque en realidad sea un hombre de mundo con una biografía digna de película. Salió a escena acompañado del batería Dan Magnusson y una colección de instrumentos de fabricación casera a los que arrancó sonidos propios de ese amante del bayou al que cantaban los Byrds. Puro blues sureño y folk sin destilar, melodías del óxido y la roña interpretadas desde las tripas del que ha vivido tiempos duros. Fue un concierto vibrante amenizado por lo excentrico de su figura. Subió a una jovencita al escenario para cantarle una canción -que cada cual decida si aquello fue lascivo o entrañable- y terminó contando una historia personal bastante fuerte. Un personaje en la más pura tradición del músico que sobrevive en la carretera. Después nos acercamos a ver cómo sonaban los catalanes The Midnight Travellers y The Stranglers, pioneros del punk británico a los que el público pareció escuchar sin demasiado entusiasmo a pesar de ser uno de los grandes reclamos del festival.

Con la llegada de la noche dió comienzo el plato fuerte de la jornada: Scorpions. Un servidor había tenido ocasión de verlos en Madrid poco antes de que se anunciase su presencia en el Azkena, así que ya sabía a qué atenerse. Repitieron lo que han venido haciendo en su Get Your Sting And Blackout World Tour, una gira de despedida que se extiende ya desde hace varios años. Lo suyo fue un show de estadio en toda regla, con su planificación de pantallas gigantes y baterías elevadas a los cielos pero ejecutado desde la honestidad del que sabe que tiene los deberes hechos de antemano. Aunque a Klaus Meine le pesen los años en la voz, compartir con una multitud himnos de la talla de Wind of Change, Still Loving You o Rock You Like a Hurricane sigue siendo una experiencia única. Tampoco la lluvia consiguió deslucir el evento, a pesar de que algunos asistentes no parecían ser conscientes de que no se puede abrir un paraguas en primeras filas sin que los que están detrás te llamen al orden. Dejando a un lado a los fans del heavy-metal más exigentes, dudo que nadie se sintiese decepcionado. Pero no acabaría ahí el espectáculo. Tal y como vaticinaba una de las baladas de los alemanes, lo mejor estaba por llegar…

 

Scorpions

 

La primera sorpresa vino de la mano de Turbowolf. Tenían la difícil tarea de sobrevivir al aguijón de los escorpiones. Y vaya si lo consiguieron. La banda de Bristol ofreció un show absolutamente demoledor, mezcla imposible de rock, psicodelia, electrónica y punk. Su actuación fue un incontestable desenfreno musical que puso en pie de guerra a todos que los abarrotábamos la carpa. Resulta difícil explicar el modo en que la presencia del extravagante Chris Georgiadis contribuyó a favorecer ese trip musical al que solo le faltaron unas dosis de drogas alucinógenas para ser completo. Su fórmula no admite engaños. Tralla cuidadosamente medida, lejos de lo que pueda parecer una simple sucesión de ruidos desordenados. Al final del espectáculo los vasos de cerveza volaban por los aires. Diez años atrás hubiese acabado en el hospital con las cervicales rotas.

Después de semejante descarga de adrenalina, la propuesta de Marah no apetecía demasiado. Más de uno se marchó para casa pensando que su country-rock no era lo más adecuado para esas horas de la noche. Craso error. Los estadounidenses acudían a Vitoria con un trabajo muy especial bajo el brazo, nada menos que la adaptación de un cancionero tradicional grabado en la iglesia de un pueblo con una banda de músicos locales y la colaboración de un chavalín de ocho años. Más allá de interpretaciones perfectas, algo mágico flotaba en el ambiente al desgarrarse la voz de un alucinado Dave Bielanko, el teclado de Christine Smith o el violín del pequeño Gus Tritsch. Poco a poco, fueron construyendo una atmósfera íntima bajo la lluvia, descendiendo a ratos del escenario para cantarnos al oído las canciones de su Mountain Minstrelsy of Pennsylvania. Hablamos de un directo que no puede expresarse con otras palabras que no sean las de la comunión con el público. El final, a dúo con una pequeña slide guitar en manos del niño prodigio, fue uno de los muchos destellos músico-sentimentales que erizaron la piel de los presentes. Sin duda, uno de esos conciertos para guardar en la memoria y el corazón. No nos quedaban fuerzas en el cuerpo para ver a Unida en condiciones, así que decidimos cerrar de este modo un día mediatizado en parte por la climatología. A pesar de todo, la lluvia no consiguió apagar el fuego del Azkena.

 

Marah

 

SABADO 21 DE JUNIO

Aunque el segundo día del Azkena se me antojaba algo menos interesante que el primero, después de los descubrimientos del viernes tenía claro que no se podía dar nada por sentado. Llegamos al recinto con bastante antelación, acosados por un terrible bochorno que vaticinaba otra tromba de agua. Por fortuna, las previsiones no se cumplieron y -quitando un chaparrón justo antes de comenzar las actuaciones- el buen tiempo nos acompañó durante toda la jornada. Comenzamos la tarde con Niña Coyote eta Chico Tornado, álter egos musicales de Ursula Strong (Zuloak) y Koldo Soret (Surfin Kaos) a la batería y la guitarra. Nos pusieron a tono con una meritoria sesión de stoner rock sobre el escenario grande, sobre todo teniendo en cuenta la desnudez de su propuesta y lo complicado de ser la primera banda de la tarde.

El siguiente grupo en salir a escena, Deap Vally, también tiraba millas de un combo guitarra-batería. Las estadounidenses Lindsey Troy y Julie Edwards juguetearon sin tapujos con la voz rasgada de Janis Joplin y los sonidos de ese rock rabioso que oscila entre el garaje, el heavy y el blues. Aunque el directo quedó algo deslucido por una serie de problemas técnicos con la guitarra, se nos hizo corto. Puede que su música no suene a nuevo, pero la presencia de dos mujeres metiendo caña en solitario se agradece por lo inusual del asunto. Girl Power. Hay que decirlo más. De The Temperance Movement tampoco habíamos oído hablar demasiado y resultaron ser otra agradable sorpresa. En el libreto del festival no se mencionaba, pero su cóctel de folk-rock-blues bebe mucho de los Black Crowes. Y es que a primera vista nadie diría que las canciones de estos chicos se hayan gestado en Escocia, aunque el toque brit de la banda aflore por momentos. Destacó especialmente el vocalista Phil Campbell en Pride, el tema que dió titulo a su primer EP. Ya habían convencido al personal a su paso por Madrid y Bilbao y en el Azkena siguieron apuntando muy buenas maneras. Cerquita de estar entre los mejores.

 

The Temperance Movement

 

No imaginábamos la que se nos venía encima con los Strypes. Lo primero que llama la atención de estos irlandeses es su juventud y sus pintas de Beatles reconvertidos en modernillos… hasta que empiezan a aporrear los instrumentos. Su repertorio de pildorazos sesenteros y pub rock en modo turbo convirtió la carpa del Azkena en una fiesta sin descanso. Lo mismo atronaban con composiciones propias a lo Yawbirds que se lanzaban a hacer suyo un tema de Bo Diddley. Apenas tienen dieciocho años y un disco de estudio en el mercado, pero ya derrochan poderío y una actitud chulesca de grandes estrellas sobre el escenario. Tremendos. Quizá por eso los veteranos Violent Femmes me resultasen un tanto sosos. Verlos reunidos de nuevo era algo muy especial para los fans de la banda y así se deducía de los muchos que corearon sus canciones. Por algo son un nombre de referencia. Lo más destacable de su apuesta en acústico, las gafas de sol modelo Lady Gaga de Brian Ritchie y la entregada labor del batería sustituto Brian Viglione. No me cabe la menor duda de que habrá crónicas que entren a analizar con mejor criterio los detalles de un concierto que a mí se me escapan.

 

The Strypes

 

Aunque no fuese cabeza de cartel, la presencia de Joe Bonamassa en el Azkena había generado no pocas expectativas. Quedó claro cuando varias personas comenzaron a corear su nombre antes de salir a escena, seguramente los mismos que lo habían visto tocar en Mendizabala hace unos años con Black Country Communion. Esperábamos un tour de force de blues-rock capitaneado por su voz y su destreza a las seis cuerdas, pero fue mucho más que eso. Si con los primeros acordes de Song of Yesterday la gente se vino arriba, después de cerrar Sloe Gin y The Ballad of John Henry teníamos la sensación de haber visto no sólo a uno de los mejores guitarristas del mundo, sino también a un músico destinado a la leyenda. Lejos de su condición de estrella, supo dejar sitio a la improvisación y espacio al resto de virtuosos que lo acompañaban, gente de la talla de Lenny Castro, Takl Bergman o el teclista Derek Sherinian. Todos salieron ovacionados después de dejar a los presentes con la boca abierta. Un concierto colosal, cercano y elegante al que sólo se le podía haber pedido un sonido de inicio más cuidado y un par de horas extra para abarcar todos los registros musicales de este genio. Tanta clase se desbordaba por los cuatro costados. ¿Soy el único que piensa que merecía un hueco en el escenario grande?

 

Joe Bonamassa

 

Que Blondie fuese un reclamo más o menos aceptable es discutible. Aunque han tenido una aparición demasiado intermitente en los últimos años como para que su culto haya pervivido en los jóvenes de hoy en día, no se puede obviar lo mucho que calaron en más de una generación canciones como Heart of Glass, Atomic o la posterior Maria. A ello se dedicaron a lo largo de un espectáculo intermitente que quiso ir más allá de la nostalgia, incluyendo nuevos temas que quedaban bastante lejos de lo que el público iba buscando. Los que criticaban la falta de entrega de su vocalista y la calidad del sonido no tenían más que acercarse al escenario para confirmar lo primero y desmentir lo segundo. De hecho, muchos los escucharon a distancia, como el que se toma algo en un bar mientras suena de fondo un popurrí de ritmos latinos que deviene en himno de los Beastie Boys. Si se piensa con detenimiento, Deborah Harry nunca fue un dechado de voz, sino más bien un icono popular. Quizá por eso el conjunto desluzca más de lo que debería. Pero ahí estaban, que no es poco. No tengo claro si eso es bueno o malo, pero yo he visto a Debbie bailando cumbia sobre un escenario a sus 68 años.

De las parejas a los tríos, los últimos grupos del sábado se adentraban en universos musicales similares. Si bien empezaron con buen pie, los australianos Wolfmother supusieron una pequeña decepción. De una parte, porque dejaron relegadas al olvido muchas de las canciones de su segundo disco, Cosmic Egg, el favorito del que suscribe estas líneas. De otra, por la actitud de un Andrew Stockdale con demasiadas ínfulas de estrella que apenas interactuó con sus nuevos compañeros de reparto. Qué duda cabe, escuchar Woman, Califonia Queen o New Moon Rising en vivo es una gozada, pero en cierto modo su directo fue de más a menos. Dicen los que los vieron en el Azkena en 2006 que se han quedado estancados. Desde luego, no me entraron ganas de comprar la edición firmada del New Crown que vendían en el puesto. No entraremos a valorar en profundidad a sus compatriotas Royal Thunder. Nos pillaron cenando.

 

Wolfmother

 

Nos quedaban ya pocas fuerzas en el cuerpo pero decidimos darle una oportunidad a Kadavar, animados por las excelentes referencias de quienes los habían visto en su última visita a Donosti. Acertamos de pleno, porque la actuación de los alemanes fue un auténtico recital de rock revival -imposible no mencionar a Black Sabbath- con toques de psicodelia. Crudo, contundente y sin tonterías. Hasta los que estaban sentados en la hierba lo notaron: Le comieron la tostada a Wolfmother. ¿Qué se puede esperar de unos tipos altos y barbudos que se hacen llamar Lupus, Mammut y Tiger? Raro es que no sean suecos. Curiosamente, algunos de los mejores conciertos del festival corrieron a cargo de bandas que no estaban en nuestra agenda. Eso dice mucho y muy bueno del Azkena. Y es que no puede haber nada mejor que ir buscando una cosa y descubrir otras tantas en el camino. Si el tiempo y las circunstancias lo permiten, el año que viene más y mejor.

 

TOP ARF 2014

1.- Marah
2.- Joe Bonamassa
3.- Kadavar
4.- The Strypes
5.- Turbowolf